Ubicado en el centro histórico de Barcelona, en un solar protegido por ser patrimonio urbano de la ciudad, el edificio de Sant Pere Mitjà creció en altura desmesuradamente para un centro urbano de callejuelas estrechas e insalubres previa reforma del código urbanísitico metropolitano. Tras pasar por varias intervenciones fallidas, el propuesta inicial se basaba en 3 fases de intervención claras.
El primer paso era analizar rigurosamente histórica y estructuralmente el edificio existente. En esta fase se realizaron diferentes estudios técnicos relativos a los daños estructurales, problemas de humedad y proliferación de plantas y otros organismos. También ser realizó un análisis cromatico del edificio y de la zona para que la intervención respetara al máximo tanto los colores originales empleados cómo las técnicas de construcción de su época. El conjunto de pruebas, analisis y tests, fue probablemente la fase más importante del proyecto, y sirvió para confirmar cuá sería la mejor estrategia de intervención.
El segundo paso fue la consolidación de la estructura del edificio y mejora de instalaciones, no sólo para adaptarla a la normativa vigente sino también para mejorar sus caracteristicas de accesibilidad mediante la incorporación de un ascensor en el patio interior de parcela.
En último lugar, se desarrolló un rediseño de las distribuciones interiores de las viviendas para adecuarlas a la normativa de accessibilidad vigente y combinar el espacio de manera que la totalidad de la vivienda recibiera luz y ventilación exterior.